Un líder no se puede mantener en el poder sin una red de
apoyo. El primatólogo Frans De Waal supo de líderes que eran sustituidos por
otros tras perder todas sus alianzas y a continuación el respeto del grupo. Una
de las competencias básicas para cualquier animal social como es nuestra
especie, es la de crear vínculos: uno de elementos clave de la Inteligencia
Social. Los estudios más interesantes sobre las consecuencias de este tipo de
inteligencia en primates los llevó a cabo Ronald Hall en los años sesenta con
babuinos (Kenia). Hall demostró que el éxito social de los machos de esta
especie depende de su agresividad, pero aún más importante es su tendencia a
cooperar con otros compañeros, o lo que es lo mismo, establecer alianzas de
apoyo. Igualmente, se ha probado en chimpancés que los miembros con más
alianzas tienen más probabilidades de ser líderes.
Para darnos cuenta de la importancia de esta habilidad, un
caso de ausencia de Inteligencia Social muy destacado ocurrió cuando las bancas
y consultoras norteamericanas cayeron en picado y se descubrió la actitud de
los líderes que dirigían esas compañías. Es el caso de Mary Meeker, una de las
ejecutivas más famosas de las últimas décadas en Estados Unidos, quien se vio
salpicada por los casos de fraude de algunas organizaciones con gran influencia
mundial. Trabajó para las grandes firmas del momento: Merrill Lynch, Morgan
Stanley y Salomon Brothers, justo antes de su desplome y de que los fraudes
fueran destapados. Mecker no llegó a ingresar en prisión, pero sí estuvo detrás
de todos los escándalos.
¿Por qué le paso esto a Mecker como también les ocurre a
algunos chimpancés? El problema, según la experta en liderazgo de la
Universidad de Princeton Barbara Kellerman, es que "ella siempre trabajaba
sola y era incapaz de compartir el poder con otros directivos". Este
comportamiento, también observado en algunos machos alfa de chimpancé, genera
el aislamiento del líder. Monopolizar el poder puede ser buena estrategia a
corto plazo, pero a medio y largo todos se unen en tu contra. En otras
palabras: comienza el principio del fin. En las sociedades humanas actuales
ocurre de igual manera. Cuanto más nos aislemos, menos probabilidades tendremos
de encontrar aliados con los que cooperar y llevar a cabo proyectos de éxito.
Cada nueva persona con la que tengamos una relación de calidad es una ventana y
un recurso. La red social de una persona condiciona mucho su vida.
Para cuidar estas relaciones y alianzas, muchos primates se
acicalan unos a otros. En humanos, este contacto físico tan directo lo hemos
ido restringiendo a entornos privados, como son la pareja o la familia. Pero sí
hay una forma que es exclusiva del ser humano y la usamos a todas horas:
hablar. Por ejemplo, en otros contextos
como en el trabajo, hablar es la manera mediante la cual generamos lazos y
vínculos con otras personas. Además intercambiamos información valiosa,
especialmente en espacios informales que conectan más con nuestra psicología y
cerebro, acostumbradas durante cientos de miles de años a relacionarse cara a
cara y no virtualmente, como ocurre ahora.
Es decir, en todas sus versiones, ya sea la charla social,
los cotilleos u otros encuentros donde impera el verbo, el lenguaje hablado es
una poderosa herramienta que posee nuestra especie para generar vínculos con
personas. Es más, se ha demostrado que los buenos líderes son los miembros del
grupo que más tiempo dedican a hablar con otros individuos, aunque ese tiempo
esté repartido entre muchos individuos.
Por esta razón, promover tanto tiempos como espacios
informales que nos transporten de manera inconsciente a ese fuego ancestral
alrededor del cual hablábamos y compartíamos información, cuidando así nuestras
amistades, es imprescindible para cualquier grupo o empresa.
[1] El Mundo.
Pablo Herreros julio 2017

[1] El Mundo.
Pablo Herreros julio 2017