martes, 20 de septiembre de 2016

Abran paso 'millennials', llegó la generación Z

La compañía de asesoría profesional EY define a los individuos de la generación Z, también conocidos como centennials, como “persistentes, realistas, innovadores, independientes y conscientes de sí mismos”. En contraste, los de la generación del milenio son asociados con adjetivos como “convencidos de sus capacidades, idealistas, creativos, dependientes y egocéntricos”.

“Somos la primera generación verdaderamente digital. Crecimos con internet. Cuando los millennials nacieron (aquel colectivo comprende edades entre 20 y 37 años), la tecnología daba sus primeros pasos, en particular la web. Se enfrentaron al reto de adaptarse a medida que crecían”, le explicó Blakley a EL TIEMPO.
Desde niños, los jóvenes del colectivo Z han entrado en contacto con enormes flujos de datos. Se trata de un insumo que les brinda certeza sobre sus decisiones, por lo que son más realistas.

“Nuestra fuerza emprendedora es y será mayor porque no asumimos caminos empresariales a la ligera. Contamos con numerosas fuentes de información y análisis de la misma, que nos orientan por los derroteros correctos”, indica Blakley.

Según Ángela Jaimes, socia líder del sector de retail y productos de consumo de EY, los futuros consumidores son emprendedores por naturaleza: “Buscan estar a la vanguardia en cuanto a sus productos, los medios por los que los adquieren y las experiencias de compra que estos les brindan. Por eso cada vez más la generación Z prefiere las tiendas en línea y los servicios ofrecidos por aplicaciones. Ellos no solo esperan los avances en los productos, también quieren hacer parte de su diseño y que se construyan con base en sus necesidades”.

“El verdadero reto de las empresas y las marcas es identificar qué es lo más importante para estos consumidores y así guiarlos al producto que desean”, acota la experta.

Adictos a los móviles
La firma de análisis de mercados Kantar Ibope Media, por medio de su plataforma de investigación Target Group Index (TGI), analizó los hábitos de consumo del grupo de jóvenes con edades entre 12 y 20 años en Colombia y encontró datos que demuestran que nos encontramos ante individuos con una marcada inclinación por las nuevas plataformas de comunicación; sin embargo, todavía creen en los medios tradicionales para informarse.

Un individuo colombiano de la generación Z despierta escuchando radio (de 6 de la mañana a 9 es su medio predilecto). El 42 por ciento de ellos se conectan a internet de 9 a 12 y el 34 por ciento, de 12 a 3 de la tarde. El pico de acceso a la web se registra de 3 a 6 de la tarde. Desde las 8 de la noche, el 74 por ciento de ellos se inclinan por la televisión.

El 88 por ciento posee algún tipo de celular, y el 75 por ciento dispone de un teléfono inteligente.

Este uso intensivo de móviles supone un reto para los creadores de contenido. “El periodo de atención de un centennial es de entre seis y siete segundos. Es aún menor que el de los millennials. En ellos, ese lapso es de entre 10 y 15 segundos. Por eso, los microcontenidos son esenciales para atraernos. Además, preferimos experiencias donde la publicidad sea orgánica, como en Snapchat”, concluye Blakley
La salud es prioridad
Según Kantar Ibope, el 48 por ciento de los jóvenes colombianos de la generación Z piensan que la comida rápida es poco alimenticia y el 55 por ciento practica algún tipo de deporte o rutina de ejercicio durante la semana. Asimismo, el 69 % pagaría lo que fuera por su salud.

De otro lado, al 44 por ciento le gusta cambiar de marca frecuentemente por variar y conocer, y el 46 por ciento busca los precios más bajos cuando va de compras. De hecho, ese mismo porcentaje prefiere todo producto o servicio que incluya algún tipo de descuento. Un dato que no debe pasar por alto: al 49 por ciento le gusta comprar nuevos aparatos, y el 38 por ciento pagaría por un aparato que realmente quisiera. Para el 47 por ciento, la mensajería instantánea es tan agradable como hablar en persona o por teléfono.
No les importan tanto las tendencias
“Las empresas de mercadeo y publicidad tienen los ojos puestos en la generación Z. Representan el 26 por ciento de la población y van a representar la mayor fuerza de consumo del mundo en los próximos años”, explicó Sebastián Henao, experto y cofundador de Gyffu, un motor de búsqueda colombiano enfocado en jóvenes.

Según un estudio de The Futures Company “por el hecho de haber crecido en un escenario complejo, de crisis económica y pocas oportunidades laborales, son personas luchadoras y muy seguras de sí mismas. Son menos egocéntricos, más reacios al riesgo y están muy preocupados por su futuro”.

Los expertos de la firma Unisono consideran que para venderles productos es necesario “invitarles a participar y no imponerles tendencias pues, seguramente, no vuelva a funcionar más. Es más importante centrarse en la personalización de su experiencia, hablando su mismo idioma (...) Es un público objetivo más consciente y menos impulsivo y, sobre todo, más interesado en su tranquilidad que en la apariencia”, afirman.
                                                                                                                                                  El Tiempo, 20 de Septiembre 2016

miércoles, 14 de septiembre de 2016

La triste carta de despedida que se volvió viral, de un profesor uruguayo

Lo del profesor universitario y periodista Leonardo Haberkorn fue un desahogo. Uno de esos gritos desesperados que trascienden por el poder de su mensaje y por la crudeza del retrato que sus palabras pintaron. El grito de "me rindo" del profesor Haberkorn se volvió viral, paradójicamente, por mostrar de cuerpo entero lo que pasa con esta generación de jóvenes hiper conectados.
La historia ocurrió en Uruguay, pero se repite a lo largo y ancho del continente y de buena parte del planeta. Leonardo Haberkorn es, además de periodista y prolífico escritor, un apasionado profesor de comunicaciones. Por años, conoció generaciones de periodistas uruguayos y los ayudó en su formación. Hasta que dijo basta. Un grupo de alumnos que vive, literalmente, pegado al celular hizo que el docente tirara la toalla.
Como no podía ser de otra forma, Haberkorn contó lo ocurrido mediante un texto a modo de carta que publicó en su blog El Informante. En diciembre de 2015, cansado de la indiferencia de sus estudiantes en la Universidad de Montevideo, que básicamente pasaban buena parte de la jornada mirando el celular, decidió renunciar a la docencia, no sin antes dejar una reflexión escita.
"Me cansé de pelearle a los celulares, el Whatsapp y el Facebook”, escribió con resignación. Y remató con dos descarnados párrafos: "Conectar a gente tan desinformada con el periodismo es complicado. Es como enseñar botánica a alguien que viene de un planeta donde no existen los vegetales".
"Que la incultura, el desinterés y la ajenidad no les nacieron solos. Que les fueron matando la curiosidad y que, con cada maestra que dejó de corregirles las faltas de ortografía, les enseñaron que todo da más o menos lo mismo".
Las reflexiones del profesor Haberkorn (que paradójicamente tuvo que pelear en Twitter con un medio argentino por la transcripción completa de la carta) abrió dos debates igual de complejos: el uso de celulares en las aulas y las nuevas generaciones de periodistas.
Sobre el primer tema, la discusión ha sido larga y no tiene un mandamiento resuelto. El uso de smartphones es inevitable a estar alturas y más para los jóvenes que los convierten prácticamente en extensiones de su cuerpo. El reto para los docentes de esta generación es aprender a coexistir con ellos, en vez de competir o prohibirlos.
Los expertos en educación señalan que sólo la creación de conocimiento conjunto, las actividades permanentes y la calidad de las explicaciones puede provocar un alejamiento al menos temporal entre el estudiante y el dispositivo. Los analistas también coinciden en que crear reglas de uso en el aula aunque suene obsoleto puede funcionar, si es que se logra ganar la atención de los jóvenes con contenidos de calidad.

Y la tercera práctica es casi una regla velada: el profesor debe resignarse a que ningún joven tendrá su atención por más de 30 minutos en un mundo de redes sociales y citas instantáneas.
Semana, 14/09/2016

domingo, 4 de septiembre de 2016

LA TERCERA OLA


Siete frases de Alvin Toffler para docentes del siglo XXI.


1. El conocimiento es la fuente más democrática de poder.
Alvin Toffler es consciente de que la era en la que vivimos regida por el saber y por el conocimiento. De ahí la enorme responsabilidad que supone ejercer profesiones como las de docente, porque buena parte de los conocimientos de los alumnos procederán de lo que les enseñean o, mejor dicho, de los que les enseñemos a hacer, de lo que les enseñemos a ser.
Hay quienes piensan que el dinero es el elemento igualador de una sociedad. Tal vez estén en lo cierto. Pero no es el dinero lo que iguala o democratiza una sociedad. Como afirma Alvin Toffler, es la cultura, es el saber lo que iguala los pueblos, lo que les hace más democráticos y, por ende, más críticos y más libres. Muchas veces se escucha la expresión libertad económica. ¿Y por qué no pensar en una libertad cognitiva?
2. Formular la pregunta correcta es más importante que dar la respuesta correcta a una pregunta equivocada.
Los profesores, en muchas ocasiones tienen la percepción de que su trabajo consiste en ofrecer respuestas a los alumnos a través de lo que les enseñan. Y es así, en parte. Y lo es en parte, porque a los alumnos no hay que prepararlos sólo para que den o tengan respuestas. Hay que prepararlos para que sean capaces de elaborar las mejores preguntas; porque detrás de una buena pregunta siempre hay un pensamiento crítico, una reflexión, la comprensión de un concepto, idea o procedimiento.
3. Se debe pensar en cosas grandes mientras estemos haciendo cosas pequeñas, de modo que todas las pequeñas cosas vayan en la misma dirección.
Es una cita maravillosa de Alvin Toffler. Hoy más que nunca en una sociedad infoxicada es necesario centrarse en pequeños objetivos que nos permitan alcanzar metas. Esta reflexión se puede aplicar perfectamente a una sesión de clase. Y nonos referimos a la programación de un curso académico. Estamos hablando de algo mucho más ambicioso y que se centra en trabajar en el alumno para que aprenda no sólo a saber, sino que como se ha dicho anteriormente, también aprenda a hacer y a ser. ¿Cómo?  El aprendizaje cooperativo es una excelente oportunidad para conseguirlo, junto con las denominadas dinámicas de grupos, por ejemplo.
4. Hay que clausurar las escuelas.
Esta frase de Alvin Toffler posiblemente sea una de sus frases más polémicas. Ello se debe en parte a que se ha sacado en muchas ocasiones fuera de contexto. Es más, muchos docentes se han sentido ofendidos por tal afirmación.  Alvin Toffler siempre  defendió  la labor del docente en el aula y en la sociedad. Es más, una de las hermanas de Alvin Toffler es maestra. Esta frase no carga contra los docentes, sino que carga contra un sistema educativo que en palabras de Alvin Toffler está embalsamado, es unidireccional y se inspira en la era industrial.
5. El futuro será para aquellos que desarrollen competencias de pensamiento crítico.
Otra gran reflexión de Alvin Toffler que resume buena parte del concepto que tiene sobre la Educación actual. Uno de los grandes retos a los que se enfrenta un profesor no tiene que ver con lo que enseña, sino en cómo lo enseña. De lo que se trata es de enseñar a los alumnos a tomar decisiones, no a acumular definiciones o listas de conceptos. Si un profesor es capaz de enseñar a sus alumnos a tomar decisiones, conseguirá que sus alumnos aumenten su autoestima y su auto concepto aspectos muy ligados, por otra parte, a la inteligencia emocional.
6. La sociedad necesita a todo tipo de competencias que necesariamente no son cognitivas, son emocionales, son afectivas. No se crean las grandes sociedades únicamente sobre datos.
Alvin Tofller es plenamente consciente de que hay dos tipos de inteligencia: la inteligencia intelectual y la inteligencia emocional. Desgraciadamente, la escuela del siglo XXI se está centrando principalmente en la inteligencia intelectual, la inteligencia de la memorización, de la acumulación de fechas y datos. Y esto es un gran error.
Cuanto más descompensada esté la escuela en cuanto a inteligencia y a emociones, más difícil será formar a personas empáticas, resilientes y con un auto concepto válido de sí mismos. Cambiando los datos por las emociones, cambiando los conceptos por la empatía se conseguirá tener alumnos que sean capaces de confiar en sí mismos, que sean capaces de tomar decisiones que serán clave para él en un futuro no muy lejano.
7. Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer o escribir, sino aquellos que no puedan aprender, desaprender y reaprender.

He dejado para el final la que es, sin duda, la frase más célebre de Alvin Toffler. Una frase a la que debemos recurrir una y otra vez porque encierra en sí misma la clave de la sociedad del siglo XXI. Una  sociedad en la que ya no cabe sólo aprender, sino que se hace indispensable desaprender no para volver a aprender, sino para reaprender y adaptarse a los vertiginosos cambios que la revolución digital  exige cada vez más a  la sociedad actual. 

MAPAS CONCEPTUALES

Mapas Conceptuales

Lienzo Estratégico


lunes, 22 de agosto de 2016

Motivación en el trabajo: 7 Cosas que nos motivan más que el dinero


¿Qué nos motiva a trabajar? Algo más que el dinero
Cuando pensamos en cómo trabajan las personas lo primero que imaginamos es que las personas son como ratas de laboratorio”, dice el economista conductual Dan Ariely. “Realmente tenemos esta visión simplista de por qué la gente trabaja”.
En cambio, cuando te fijas bien en la forma que tiene la gente de trabajar, dice, te enteras de que hay mucho más en juego que el dinero. La investigación confirma que hay muchos más factores que condicionan nuestra motivación en el trabajo. Concretamente estos: 
1. Ver los frutos de nuestro trabajo puede hacernos más productivos
·        El estudio: El hombre en busca de sentido: El caso de Legos. Los investigadores pidieron a los participantes que construyeran personajes de la serie Bionicles de Lego. A los participantes se les pagaba cantidades decrecientes por cada Bionicle posterior: 3$ por el primero, 2’70 por el segundo, y así sucesivamente. Pero mientras que las construcciones de uno de los grupos se guardaban debajo de la mesa para ser desmontadas al final del experimento, los Bionicles de otro grupo fueron desmontados tan pronto como habían sido construidos. “Era un ciclo sin fin de ellos construyendo y nosotros destruyéndolo delante de sus ojos”, dice uno de los investigadores.
·        El resultado: El primer grupo construyó 11 Bionicles de promedio, mientras que el segundo sólo hizo siete.
·        Conclusión: A pesar de que no hubiera un gran significado en juego, y a pesar de que el primer equipo sabía que su trabajo sería destruido al final del experimento, al ver los resultados de su trabajo, incluso por poco tiempo, fue suficiente para que su rendimiento fuera mejor.

2. Cuanto menos aprecio tenemos a nuestro trabajo, por más dinero queremos hacerlo
·        El estudio: Los investigadores dieron a los participantes -estudiantes del MIT- un trozo de papel lleno de letras al azar y les pidieron que encontraran los pares de cada una de ellas. En cada ronda se les ofrecía menos dinero que en la anterior. La gente del primer grupo escribió sus nombres en las hojas y se las entregaron al experimentador, quien las examinó y dijo “Uh huh” antes de ponerlas en una pila. La gente del segundo grupo no puso sus nombres en sus hojas, y el experimentador puso sus hojas en la pila sin mirarlos. A la gente del tercer grupo se le destruyó su trabajo inmediatamente después de concluir.
·        El resultado: Las personas a las que se les destrozó el trabajo necesitaron el doble de dinero que aquellos cuyo trabajo fue reconocido para que siguieran haciendo las tareas. La gente en el segundo grupo, cuyo trabajo fue salvado pero ignorado, necesitó casi tanto dinero como aquellos cuyo trabajo fue destrozado.
·        Conclusión: “Ignorar el rendimiento de la gente es casi tan malo como destrozar su esfuerzo ante sus ojos”, dice uno de los investigadores del proyecto. “La buena noticia es que añadir motivación no parece tan difícil. La mala noticia es que destrozar la motivación parece increíblemente fácil, y si no pensamos en ello cuidadosamente, podría ser un desastre”.

3. A mayor dificultad, mayor orgullo

·        El estudio: se le dieron a los participantes origamis  de papel e instrucciones para construir una forma (bastante fea). Se le preguntó a los que hicieron el proyecto de origami, así como a los transeúntes, cuánto pagarían por el producto. En un segundo ensayo, los investigadores escondieron las instrucciones de algunos participantes, lo que resultó en un proceso más difícil -y un producto más feo.
·        El resultado: En el primer experimento, los constructores pagaban cinco veces más por el producto que aquellos que sólo lo habían evaluado (los transeúntes). En el segundo experimento, la falta de instrucciones exageró la diferencia: los constructores valoraron sus productos -más feos y peor construidos- mejor y más caros que los otros, mientras que los transeúntes los valoraron mucho peor que los primeros.
·        Conclusión: La valoración de nuestro propio trabajo está directamente ligada al esfuerzo que hemos depositado en él. Además, creemos erróneamente que los demás atribuyen el mismo valor a nuestro propio trabajo como nosotros.

4. Saber que nuestro trabajo ayuda a los demás puede aumentar nuestra motivación inconsciente
·        El estudio: El psicólogo Adan Grant lideró un proyecto de recaudación de fondos en la Universidad de Michigan en el que los estudiantes que se habían beneficiado de estos esfuerzos y habían conseguido becas escolares hablaron durante 10 minutos con las personas que se dedican a llamar y recolectar los donativos.
·        El resultado: Un mes después, las personas que se encargaban de recolectar los donativos dedicaban 142% más de tiempo en el teléfono que antes, y los ingresos aumentaron un 171%.
·        Conclusión: “Fue como si hubieran traspasado las buenas vibraciones y las personas que llaman hubieran dejado de lado los procesos cognitivos conscientes para irse directamente a una fuente más subconsciente de motivación”, dicen los investigadores.

5. Las imágenes que transmiten emociones positivas nos ayudan a concentrarnos
·        El estudio: Los investigadores de la Universidad de Hiroshima tenían a estudiantes universitarios realizando una tarea antes y después de ver imágenes con animales bebés o animales adultos.
·        El resultado: El rendimiento mejoró en ambos casos, pero más aún (10% más) cuando los participantes miraban fotos de cachorritos.
·        Conclusión: Los investigadores sugieren que activar la emoción positiva de la ternura nos ayuda a focalizar la atención, aumentando nuestro rendimiento y mejorando con ello el desempeño de la tarea.

6. El refuerzo positivo en nuestras habilidades mejora el rendimiento

·        El estudio: Estudiantes universitarios en la Universidad de Harvard dieron discursos e hicieron simulacros de entrevistas con experimentadores que o bien asentían con la cabeza y sonreían o bien negaban con la cabeza, fruncían las cejas y cruzaban los brazos.
·        El resultado: Los estudiantes del primer grupo respondieron a una serie de preguntas posteriormente con más precisión que los del segundo grupo.
·        Conclusión: Las situaciones estresantes puede ser manejables -todo depende de cómo nos sintamos. Nos encontramos en un “estado de desafío” cuando pensamos que podemos controlar la tarea (como hizo el primer grupo). Cuando estamos en un “estado de amenaza”, sin embargo, la dificultad de la tarea es abrumadora, y es cuando nos desanimamos. Estamos más motivados y tenemos un mejor desempeño en un “estado de desafío”, cuando tenemos confianza en nuestras capacidades.

7. La promesa de ayudar a los demás nos hace más propensos a seguir las reglas
·        El estudio: Gran lideró otro estudio en el que puso carteles en los lavabos de un hospital en los que se leía: “La higiene en las manos previene enfermedades” o “La higiene en las manos previene que los pacientes contraigan enfermedades”.
·        El resultado: Los doctores y enfermeras usaron un 45% más de jabón o desinfectante de las manos en los baños con carteles que mencionaban a los pacientes.
·        Conclusión: Ayudar a los demás a través de lo que se denomina la conducta pro social: cualquier comportamiento que beneficie a otros nos motiva.
·        Definitivamente, el dinero no es la clave de la felicidad -y de la motivación tampoco-.